Desde la época colonial, este punto ha sido un paso estratégico en la ruta que comunicaba a Xalapa y Veracruz, el puerto de acceso más importante de la Colonia. El camino real era un sistema vital de comunicación y de transporte de bienes, personas e ideas que conectaban a la Nueva España con la Metrópoli Española y con el mundo. Por tal motivo, el control de estas vías resultaba vital para el imperio hispano, que impulsó un plan de defensa y protección desde la costa hasta Perote, mediante la construcción de una serie de edificaciones militares en los pasos estratégicos de la ruta. En Plan del Río, el brigadier venezolano Fernando Miyares y Mancebo proyectó una fortificación que desde un punto prominente en la topografía, debía resguardar el tránsito en el camino real construido por el gobierno borbónico del siglo XVIII.
El fortín de Órdenes Militares fue de suma im portancia por estar localizado en un paso natural que permite salvar las barrancas y corrientes fluviales de la zona. Por ello, desde mediados del siglo XVIII se construyeron dos puentes monumentales, una venta para el descanso de los viajeros, una iglesia y el mencionado fortín, que en conjunto forman parte del patrimonio histórico y arquitectónico de la región. Durante la guerra por la independencia de México (1810-1821), la corona española consideró pertinente establecer las medidas necesarias para mantener el control de la Colonia Novohispana y evitar una posible intervención de otras potencias. El enlace fluido entre el acceso y la capital del virreinato debía resguardarse frente a los crecientes disturbios de las fuerzas insurgentes encabezadas en el oriente por Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria, quienes arrebataron ocasionalmente el control del Camino real para adquirir los recursos necesarios para su causa, afectando el orden político y territorial del imperio español.
La construcción del Fortín de Ordenes Militares de Plan del Río resultaba prioritaria y fue concluida en febrero de 1816. A partir de entonces, este punto fue escenario relevante de algunas intervenciones militares debido a las continuas pugnas y conflictos que sufrió el país; este entorno también alojó a los ejércitos contendientes en la llamada Guerra de los Pasteles, la primera intervención norteamericana (1847), la Guerra de Reforma (1857-1860) y el establecimiento del Segundo Imperio (1864-1867). El edificio recientemente restaurado consta de tres niveles, con una planta de forma heptagonal desplantada sobre la roca caliza natural, ligeramente nivelada.
El fortín presenta la fisonomía de una robusta torre de casi nueve metros de altura, con muros exteriores en escarpa rematados por almenas, que funcionaban como parapetos y cañoneras. El espacio interior fue utilizado como sótano, bodega de alimentos, polvorín y dormitorio para la tropa; la azotea funcionó como terraza de observación y vigilancia, desde donde puede disfrutarse una espectacular vista panorámica de la región Las cubiertas eran soportadas por entramados de viguería, cubiertos con losetas de terracota. La única entrada al edificio consistía en un sistema levadizo que se controlaba desde la cúspide del inmueble. La cubierta del nivel intermedio, que daba origen al piso de la azotea, estaba exclusivamente sostenida por una gruesa columna central desplantada desde el sótano, la cual sostenía un sistema radial de viguería.
La ventajosa prominencia topográfica del fortín favorecía el alcance de sus cañones, hasta alcanzar ambos accesos del camino real y el entorno de los puentes. Alrededor de la construcción se excavó una trinchera con una profundidad promedio de una vara y media a dos varas (1.25-1.70 mts. aproximadamente), para facilitar la circulación de las tropas en caso de un posible asalto por fuerzas de infantería. Los edificios militares funcionaron hasta la primera mitad del siglo XIX. Después de haber cumplido su misión bélica y de protección, algunos permanecen como testimonios históricos de la ruta comercial más importante de la Colonia. El valor que el Fortín de Ordenes Militares tiene como bien patrimonial de la Nación, constituye un aliciente para activar la afluencia de visitantes interesados en la historia regional y nacional, así como de turistas ávidos de encontrar nuevos escenarios para la práctica de turismo ecológico y de aventura. Sin embargo, el abandono y desconocimiento de sus valores habían afectado la integridad física del edificio, problemática que se agudizó cuando la construcción de la autopista entre Veracruz y Xalapa disminuyó drásticamente el tránsito vehicular que atravesaba el poblado actual.
El trazo de esta vía rápida evitó el paso recurrente desde tiempos coloniales y aisló a la población, afectando la economía de sus habitantes, dedicados principalmente a la agricultura y al pequeño comercio "carretero". Afortunadamente, el monumento histórico ha sido intervenido recientemente, como parte de un programa interdisciplinario emprendido por la Universidad Veracruzana. El proyecto incluye la creación de un museo que será alojado en la estructura interior del Fortín. En él se dará a conocer el sofisticado plan de estrategia defensiva inspirado en los modelos de la arquitectura militar europea y se difundirá la enorme importancia de las luchas regionales en la guerra de Independencia.
La importancia de un proyecto integral sobre este monumento histórico no sólo se relaciona con los valores estéticos, cronológicos o arquitectónicos de un bien patrimonial, pues esta propuesta pretende incidir favorablemente en el aspecto socioeconómico regional, mediante el manejo sustentable de los bienes patrimoniales, culturales y naturales. Se espera que la ciudadanía local participe en el manejo de su legado histórico para que la puesta en valor de este inmueble integre las expectativas actuales de promoción y difusión de su herencia cultural.